Como se ha dicho, una de las características más acentuadas del
sistema político de los mixtecos
precolombinos es la fragmentación en
numerosos estados que dominaban pequeños territorios y en varias
ocasiones se encontraban en conflicto entre sí. Desde el Preclásico Medio aparece una estructura jerárquica entre las poblaciones que formaban parte de un mismo Estado. El lugar que cada comunidad
ocupaba en esta estructura se manifiesta en el número de construcciones
monumentales que cada una de ellas poseía. Por otra parte, el poder de
cada pequeña urbe o pueblo no era estático, sino que se encontraba en
juego constante ante la competencia entre los diferentes centros de
población. De este modo, puede entenderse que en la transición del
Preclásico al Clásico algunas poblaciones cedieran su posición de
privilegio a otras, tal como ocurrió con Yucuita, reemplazada por Yucuñudahui.
Los ñuu (mixteco: pueblo, comunidad)
eran la unidad primaria de las relaciones políticas entre los mixtecos
del posclásico. Un ñuu podía ser o no la cabecera de un Estado. La vida
política de los Estados mixtecos se desenvolvía en una red conocida como
yuhuitayu (el asiento, el petate). Esta unidad política consistía en la unión dinástica de dos linajes locales a través del matrimonio de un yya toniñe (noble señor) y una yya dzehe toniñe (noble señora).42
Las élites gobernantes recurrían a numerosas estrategias con el
propósito de mantener su poder. Una de ellas era el establecimiento de
alianzas de élite. Las alianzas se solían sellar mediante el matrimonio
entre los miembros de los linajes nobles, lo que con frecuencia
implicaba casamientos incestuosos. El establecimiento de afinidades de parentesco solía realizarse con el propósito de relacionarse con los linajes
más prestigiosos de la nación mixteca e, incluso, con la nobleza
extranjera, como muestran los recurrentes casamientos entre miembros de
la realeza mixteca y zapoteca a lo largo de los más de veinte siglos de
historia prehispánica de estos pueblos.
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